miércoles, diciembre 20, 2006

Álbum Familiar.





Registrando los álbumes de mi abuelo encontre esta foto que me pareció la más bonita.
Mi abuelo es el primero de arriba, de izquierda a derecha. Ya no vestia de café, sus padres le habían cumplido una manda a la Virgen del Carmen. Mas o menos al centro está mi bisabuelo, el que viste un terno claro y que tiene un libro en la mano, quizá una biblia, pues lo católico le duró un tiempo solamente hasta que se volvió protestante. Mi bisabuelo también dejó de ser comunista, no por diferencia de opinión, sino porque (creo) sus propios compañeros lo excluyeron del partido por ser evangélico.

Tantas historias que me contó mi abuelo que aun recuerdo: la pampa, su niñez en la oficina salitrera, su casa con piso de tierra pero con vigas de pino oregón (que luego fueron saqueadas cuando la oficina se deshabitó y la gente cesante tuvo que emigrar para buscar otras oportunidades de trabajo). Las reuniones en su casa, de comunistas o borrachos o vecinos o evangélicos u obreros del caliche o todos juntos. En uno de esos carretes nació él.

Me contó que mi bisabuela Leonor estaba embarazada de término y mi bisabuelo llegó con su grupo de amigotes a tomarse unos tragos. Después de un rato de diversión y alcohol, de bromas pesadas y apagadas de tele, los ánimos se empezaron a encender. Paralelo a eso Leonor comenzó con los primeros síntomas de parto. De pronto 2 compadres de la mesa se empezaron a picar. Se sacaron en cara algunas cosas y cada vez se iban volviendo mas ofensivos con la sangre que se les atropellaba en la cabeza. Leonor se ponía cada vez mas nerviosa, pues su dormitorio donde ella estaba recostada con contracciones, daba toda la vista al comedor, donde estaba el grupo de curagüillas.

Repentinamente en medio de la discusión, uno de los amigos de mi bisabuelo saca un enorme cuchillo y apuñala a su oponente. Éste último cae desangrándose bajo el arco de la puerta que dividía el comedor del dormitorio matrimonial, donde por puro susto mi bisabuela estaba dando a luz a su primer hijo hombre. Su esposo y la matrona que llegó después, tuvieron que sumergir sus pies en un charco de sangre para poder tomar a mi abuelo en brazos.

Al poco rato después se supo la noticia en toda la oficina. Había una larga fila que venía a ver al muerto y de pasadita, conocer al recién nacido.

Y pensar que a mi lo mas emocionante que me ha pasado es que no me pusieron anestesia a tiempo al momento de tener a la Paz.

Como viene al caso en esta época navideña, recuerdo que me contó como vivió una navidad allá en el norte. Era una familia muy pobre, de mucho esfuerzo, sin comodidades pero nunca les falto la buena comida. Mi abuelo y sus hermanos estaban ansiosos por la llegada de la navidad y por supuesto la venida del viejo pascuero. Arreglaron la casa y dejaron sus zapatos viejos afuera, en la puerta de la calle. El gordo de rojo debía sacar esos zapatos y poner unos nuevos o dejar algún regalo en ese lugar. Se fueron a dormir con el corazón lleno de esperanza.

Entretanto, mis bisabuelos morían de pena, pues no tenian nada para regalarles a sus hijos. La vida en la salitrera se habia vuelto muy dificil despues de no se qué crisis económica de la época.

Al otro día, los niños se levantaron tempranísimo y fueron a ver sus nuevas adquisiciones navideñas, pero para su mala sorpresa no había en la puerta más que sus roñosos zapatos. Vieron que en las otras puertas de las casas si habían regalos, y no podían explicarse como es que el viejo pascuero pasó por todas las casas de la oficina, menos por la suya, la última casa con vista hacia el amplio desierto. Llamaron a su papá y, muy tristes, le contaron lo que había sucedido.
- ¿Y cómo es el viejo pascuero?- les preguntó el papá.
- Es un señor viejo y gordo que anda con abrigo-le respondieron.
- ahh... ¿un abrigo rojo?
- si papá!! ¿usted lo vio acaso?
- si, claro. Yo venía llegando muy tarde en la noche, y cuando entré a la casa, encontré a ese hombre que ustedes dicen. Como andaba con un saco yo pensé que era un ladrón ¡y lo eché a patadas de la casa!
Los niños sintieron hervir la sangre. -¡pero papá! ¡le pegó al viejo pascuero! ¡cómo se le ocurre!

Mi abuelo dice que el enojo les duró por varios días con su padre. Su padre en cambio prefirió que sus hijos sintieran rabia un tiempo, antes que sus ilusiones se deshicieran y les afectara en su propia autoestima. Yo habría hecho lo mismo.

La vida es bella... y si no lo es, debemos hacer creer a nuestros hijos que si lo es.
-me acordé de esa película.-


"oro, salitre y carbón... y arriba quemando el sol." Violeta Parra.

escucharon hoy: Erik Satie - Gymnopedie Nº 1 y Nº2 (orquestadas por Debussy, mis compositores favoritos)